Nadie toma al pie de la letra el eslogan ‘el fin de las ideologías’. Ni el mismo Francis Fukuyama. El colapso del comunismo es un hecho notable, pero tan trascendente como su desaparición son las crisis y las contradicciones que el capitalismo ha hecho aflorar.
Mg. Marco Torres Paz Presidente de la Asociación Peruana de Consultores en Comunicación Política
La nueva polémica se da entre los que demandan el pleno reinado del libre mercado y los que piensan que crecimiento es sinónimo de destrucción.
Uno de los más famosos foros mundiales de discusión, Ditchley, en Gran Bretaña, acaba de ser escenario de una intensa y no resulta polémica que siguió después en Davos, Suiza, con la reunión anual de World Forum.
Hubo coincidencia en que los mercados libres funcionan mejor que la intervención de los gobiernos. También en que la meta de crecimiento permanente es deseable y necesaria en el caso de los países que deben elevar imperiosamente la calidad de vida de sus habitantes. Desde esa perspectiva, si la teoría se lleva a sus extremos, no importa que haya industrias contaminantes, que siga la emisión de fluorocarbonos o que se agrande el agujero de ozono en los polos.
Muchos de los oradores desestimaron como apocalípticas las predicciones sobre contaminación ambiental y sobre el rápido calentamiento del planeta. Incluso llegó a sostenerse que si aumenta la temperatura promedio en la Tierra, no habrá dificultad en que la humanidad se adapte a las nuevas circunstancias. Las teorías expuestas especialmente por los grandes vendedores y consumidores de energía no se compadecen con los hallazgos de serios meteorólogos y de científicos que estudian la progresiva degradación del ambiente.
Los gobiernos de los países industrializados, en tanto, se encuentran frente a una trampa. Desechar todos los temores ambientales y dejar que los mercados hagan su tarea; o bien imponer estándares o regulaciones que puedan afectar el costo energético y hacer más lento el proceso de crecimiento económico.
La cuestión se complica porque los países menos desarrollados y con mayor necesidad de crecimiento no participan de estas deliberaciones, y aunque fueran invitados, se alinearían con los partidos del crecimiento a ultranza.
El dilema de estos pueblos no es analizar la posibilidad de reducir el ritmo de crecimiento. Es salir del estancamiento y la pobreza, y para ello necesitan altas tasas de crecimiento, aunque se consuman toneladas de carbón y petróleo, se quemen bosques y se contribuya a la polución de ríos y mares.
La democracia liberal no se enfrenta esta vez –al menos por ahora– con el fantasma del fascismo ni con el del comunismo como en el siglo XX. La cuestión ecológica no es una moda ni una ingenuidad de gente bien intencionada.
Es un serio peligro que –si no se enfrenta– tendrá consecuencias irreversibles y conducirá hacia el suicidio colectivo.
Fuente. http://www.elperuano.com.pe/noticia-discrepancias-entre-ecologia-y-mercados-libres-43372.aspx