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Crónicas de una vacancia anunciada

 

María Esther Melgar Apagüeño[1]

Ciertamente, el Presidente debe irse. Una vez más, nos ha mentido. “No sabía nada” o “no recuerdo”, nos dijo. No obstante, las pruebas indican que sabía y mucho. Ahora estamos nuevamente en una situación límite, esperando el desenlace en el corto plazo y que, evidentemente, mellará una vez más a nuestras instituciones, a nuestro Poder Ejecutivo, a nuestro presidencialismo – ¿o quizá a nuestro un semi-parlamentarismo presidencialista o a un semi-presidencialismo con acentuación parlamentarista? Lo que describiré aquí son los 3 escenarios probables que se nos vienen y, al mismo tiempo, desalentadores: 1) Kuczynski no se va por falta de los votos necesarios para lograr la vacancia; 2) un presidente vacado por su incapacidad de comunicar y jugar en la arena de lo político –o quizás no le interesó nunca jugarse por el país, por su evidente comportamiento antes incluso de serlo-, y una presidencia dirigida por su accesitario, el primer vicepresidente –quién fue escogido por el voto popular dentro de una fórmula presidencial, un candidato a la presidencia y dos vicepresidentes, quienes lo acompañarían y apoyarían al candidato a la presidencia en un eventual gobierno-, que ha mostrado una conducta sigilosa, cautelosa y demasiado discreta, para una coyuntura donde se necesitaba de la acción, saber las posturas y, sobre todo, determinar los apoyos; y 3) si se da el caso en que los dos vicepresidentes renuncian a gobernar el país, entonces asumiría la presidencia provisionalmente el Presidente del Congreso, quién inmediatamente convocaría a Elecciones Generales – ¿se haría necesaria la interpretación constitucional?

Realmente, el panorama general que se nos viene es complejo y cada uno de los escenarios descritos tiene sus aspectos positivos como negativos. Por un lado, el primer escenario es en el que no se vacaría al Presidente de la República y seguirían como hasta ahora, o peor, las relaciones entre el oficialismo y la oposición en el Congreso, y sin un mayor apoyo por parte de la ciudadanía debido a la baja popularidad del líder, dado el desprestigio logrado por su actuación, pero, sobre todo, por la comunicación desplegada frente a los casos de corrupción develados por la comisión Lava Jato, las confesiones de Jorge Barata a raíz del mismo caso y, ahora último, el informe elaborado por la Unidad de Inteligencia Financiera de la Superintendencia Nacional de Banca, Seguros y AFPs.

Por otro lado, de darse la vacancia, o la eventual renuncia del Presidente que es poco probable, tendríamos un nuevo representante del Ejecutivo, quién contaría con un supuesto apoyo del Legislativo para la gobernabilidad del país, dado que el vicepresidente ya tiene la ‘venia’ de este y de su mayoría –hablo de la bancada Fuerza Popular, que se refirió a un probable gobierno de Vizcarra mucho mejor que este. Este caso tiene algunos matices que se deben abordar. Si bien un eventual gobierno de Vizcarra sería el mejor escenario para transición menos traumática, él tendría que ajustar algunos pernos en el engranaje institucional del país, en aras de terminar su mandato de la mejor manera. El primer punto de encuentro sería la investidura del nuevo gabinete, el cual deberá entender su posición desde el inicio: ser convocado por un gobierno no electo de manera directa, pero si por ser parte de la fórmula; es decir, obedece a la legalidad procedimental, pero no a la voluntad popular en sí misma, y formar parte de este. Adicionalmente, es muy importante que el nuevo gobierno logre una “concertación para la gobernabilidad” y esta será su mayor labor de Vizcarra, la cual solo se podrá hacer si el Legislativo –conformado por Fuerza Popular, en mayoría, el Apra, la misma bancada de PPK, la izquierda del Frente Amplio y Nuevo Perú, Alianza por el Progreso, Acción Popular, los independientes, etc.-, colabora con la labor del Ejecutivo, haciendo una verdadera tregua y dejar las hostilidades para el próximo momento electoral. Solo así podrá hacer que este gobierno logre la estabilidad requerida para cumplir con sus objetivos trazados y Vizcarra no empeñaría su futuro político por un periodo de solo tres años de mandato.

Adicionalmente, tendremos el escenario de la renuncia o de la vacancia del Presidente y, al mismo tiempo, de la renuncia del Primer Vicepresidente y Segunda Vicepresidenta de la República; con lo cual este resultaría mucho más dramático, dado que quién asumiría sería el gobierno sería Presidente del Congreso de la República, hasta que se lleven a cabo las nuevas Elecciones Generales, tanto de Gobierno como del Legislativo –aunque esto ha generado todo un debate de interpretación constitucional. El escenario aquí es, ciertamente, más desalentador dado el clima de inestabilidad respecto a la interpretación normativa sobre convocar a nuevas Elecciones Generales, en las cuales no sea necesario la convocatoria para elegir nuevamente a los representantes del Legislativo. Para este caso, existe el precedente de lo acontecido en el gobierno provisional de Valentín Paniagua y la convocatoria a nuevas elecciones en el 2001. En este punto, tal y como se han venido desarrollando las cosas en el Parlamento, es muy probable que este debate se gane a favor de la no convocatoria para elegir nuevamente a los representantes del Congreso, dado que aquí todas las bancadas cerrarían filas ante tal escenario, debido a que se estarían jugando su permanencia y su posible no reelección inmediata de muchos congresistas dado su desempeño y popularidad –sobre todo luego de lo declarado por Jorge Barata. Es así que muy probablemente seremos testigos de esto que resulta de un dicho popular: “Otorongo no come Otorongo”. Lo cierto es que para lograr esto, nuevamente se recurrirá a las siempre útiles interpretaciones normativas, las cuales podrían socavar aún más nuestra institucionalidad democrática a través de nuestro sistema jurídico. La verdad es que solo el tiempo nos vislumbrará que estrategias podrían ser utilizadas por “nuestros padres de la patria”.

Por último, es importante analizar un escenario donde eventualmente el Presidente del Congreso convocase a nuevas elecciones para el periodo 2018-2021. La gran pregunta que se nos viene a la mente: ¿Quiénes se presentarán a estas elecciones, sabiendo que solo se podrá gobernar por tres años y no tendría el candidato la posibilidad de ser reelecto inmediatamente? Esta es la gran incógnita que se debe tener en cuenta y que, ciertamente, es nuestro mayor problema: no tenemos una oferta política renovada libre de cualquier cuestionamiento. Para cerrar, esta coyuntura nos sirve para comprender cómo es nuestra clase política; que no es suficiente la mercadotecnia política para ganar unas elecciones; que no basta solo ser Presidente, sino también parecerlo; que cuando se gana por menos de cincuenta mil votos, la gobernabilidad no está asegurada; que la teoría “amigo-enemigo” de Carl Schmitt está más vigente que nunca –para los académicos-; qué somos nosotros como país, como ciudadanos, qué estamos dispuestos a enfrentar, a soportar, pero, por sobre todas las cosas, hasta qué punto vamos a llegar para decir que hemos tocado fondo y reaccionar. Solo nosotros somos los responsables de nuestro devenir histórico, político, económico y social.

[1] Candidata a maestra en la Especialidad de Marketing, Consultoría y Comunicación política por la Universidad de Santiago de Compostela en Galicia – España, maestra en Ciencia Política y Gobierno por la Pontificia Universidad Católica del Perú y politóloga por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y. Docente universitaria de las cátedras de Ciencia Política y tesis de fin de carrera. Investigadora en temas de comunicación política, marketing político, democracia y los medios; agendación, agendas y agenda-setting, framing y medios y actores políticos, y comunicación gubernamental y políticas públicas.